martes, 7 de mayo de 2013


IV. LA PARADOJA DE LA RESISTENCIA

Existen, por tanto, una serie de factores de riesgo que pueden influir, en mayor o menor medida, en la aparición de una conducta antisocial o delictiva en los niños y jóvenes. Ahora bien, ¿por qué en similares condiciones algunos niños se convierten en adultos normales y otros no? ¿Qué es lo que hace que ciertos niños en los que concurren estos factores de riesgo no lleguen, sin embargo, a convertirse en delincuentes? Esta situación paradójica se conoce bajo la denominación de “resistencia” (resiliency) (Bloom, 1996;Garrido y López, 1997Garrido, Stangeland y Redondo, 1999).
Como señalan Garrido y López (1995, p. 242; 1997, p. 93), “todo parece apuntar a la existencia de una serie de factores individuales y ambientales que funcionan como protectores reales ante la existencia de eventos severos y acumulativos, y situaciones estresantes de vida”. Estos factores protectores se refieren a las influencias que pueden suprimir o mitigar el efecto de los factores de riesgo incrementando la resistencia (Kazdin y Buela- Casal, 2001).
En esta línea, Bloom (1996) sostiene que la prevención primaria puede definirse como “las acciones planeadas que buscan prevenir un problema predecible, proteger un estado de salud o un funcionamiento saludable ya existente y promover algún objetivo de salud deseable” (pp. 95-96). Así, la prevención primaria implica esos tres elementos –prevención, protección y promoción– dentro de una perspectiva sistémica donde cada elemento afecta y es, a su vez, afectado por los otros (p. 96).
Para reforzar su teoría, Bloom (1998) propone el término juvenile rightency como un concepto opuesto al de delincuencia juvenil, pero entendido no como la mera ausencia de comportamientos negativos o antisociales, sino como un concepto general en el sentido de comportamientos sociales positivos (p. 257). Según su modelo de prevención, para lograr la corrección juvenil o prevenir la delincuencia juvenil hay que considerar una serie de factores (individuales; grupales (grupos primarios y secundarios); sociales y culturales; y físicos y ambientales) que interactúan entre sí (p. 260).

V. FACTORES DE RIESGO Y FACTORES PROTECTORES

Una eficaz estrategia de prevención de comportamientos antisociales en los adolescentes parte de identificar los factores de riesgo que influyen en esos comportamientos. Pero a su vez, al comprobarse que existen también unos factores protectores que impiden a algunos jóvenes y adolescentes tener comportamientos antisociales, pese a encontrarse en claras situaciones de riesgo, el fortalecer o potenciar estos factores protectores tendrá también importancia para reducir la delincuencia juvenil.
Los factores protectores se pueden encuadrar siguiendo a Howell (1997) en tres grupos: factores protectores individuales donde se incluyen, entre otros, género femenino, alta inteligencia, habilidades sociales, locus de control interno (Garrido y López, 1995), o temperamento resistente; vínculos sociales que incluye afectividad, apoyo emocional o buenas relaciones familiares; y creencias saludables y sólidos modelos de comportamiento, donde se mencionan aprendizaje de normas y valores sólidos, compromiso con valores morales y sociales o buenos modelos de referencia.
Los modelos o estrategias de prevención pueden sustentarse en ambos modelos teóricos. O bien, intentar eliminar o disminuir los factores de riesgo, o bien incrementar y potenciar los factores protectores. Si los factores de riesgo pueden ser disminuidos y los factores protectores incrementados por una acción preventiva, entonces las probabilidades de reducir la delincuencia y la violencia juvenil aumentan (Howell, 1997Hawkins et al., 2000).
twitter

No hay comentarios:

Publicar un comentario